Época: Arte Antiguo de España
Inicio: Año 50 A. C.
Fin: Año 350

Antecedente:
Tarraco

(C) Xavier Dupré i Raventós



Comentario

Del recinto amurallado de época romana, tan sólo se ha conservado aquella parte que, desde el siglo XII hasta el XIX siguió desempeñando una función defensiva y que corresponde al sector ocupado por el centro histórico actual. A finales del siglo XVI, Pons d'Icart describió parte de las murallas del sector sudoccidental de la ciudad romana, restos que aparecen también representados en los dibujos de Anton Van den Wyngaerde (1563).
Gracias al análisis de las estructuras conservadas, con una longitud superior a los 1.000 metros, se puede determinar la existencia de dos fases constructivas. En un primer momento, finales del siglo III a. C. o principios del II, se construye un recinto, de carácter militar, delimitado por lienzos de 6 m de altura y 4,5 m de espesor, realizados íntegramente con bloques megalíticos, y torres de planta cuadrangular, con base megalítica y alzado de sillares. De las tres torres conservadas (Arzobispo, Cabiscol y San Magín), la de San Magín o de Minerva tiene un especial interés porque en ella se labró una serie de cabezas, actualmente muy deterioradas, en algunos de los bloques de la base. Dicha torre presenta también, en la parte superior de su paramento oriental, una superficie rectangular, probablemente destinada a albergar una inscripción monumental, presidida por un relieve de Minerva del que, lamentablemente, sólo se ha conservado la mitad inferior. La torre de San Magín, el ángulo septentrional del recinto amurallado, jugaba un papel preponderante probablemente por la existencia junto a la misma del acceso principal al praesidium, lo que justificaría la presencia de los elementos citados. En el interior de la torre, en una de las troneras, se conserva una inscripción con un voto a Minerva.

En un segundo momento, fechado por criterios ceramológicos en el tercer cuarto del siglo II a. C., se procedió a una significativa ampliación del recinto que, probablemente, desde dicho momento pasó a englobar a la totalidad del núcleo habitado. Esta nueva fase edilicia se caracteriza por largos lienzos, sin torres, que aumentan su espesor hasta los 6 m y su altura hasta 12. Construidos a base de grandes sillares, sobre un zócalo de bloques megalíticos, en los lienzos se abren una serie de pequeñas puertas (poternae); sólo conocemos una puerta de época republicana de acceso al recinto, ubicada junto a la torre de San Magín y abierta en un lienzo cuya construcción cubrió el relieve de Minerva.

El uso coetáneo de dos técnicas constructivas, el opus quadratum y los grandes bloques megalíticos, ha sido la causa por la que, durante mucho tiempo, se habló de una fase constructiva romana y de otra anterior. Los estudios realizados por Serra Vilaró y Theodor Hauschild han permitido documentar la plena romanidad de las dos técnicas constructivas, así como de las dos fases. Por otro lado, Alberto Balil demostró también que los signos existentes en numerosos sillares de la segunda fase constructiva, tradicionalmente identificados como pertenecientes al alfabeto ibérico, son marcas de cantero plenamente romanas.

Todo parece indicar que el primer recinto amurallado construido en Tarraco corresponde a un campamento fortificado que debe asociarse a los acontecimientos ligados a la Segunda Guerra Púnica o a una monumentalización del mismo, a principios del siglo II a. C., tras la reorganización de las provincias hispánicas. La ampliación de mediados del siglo II a. C. debe interpretarse como una reutilización de dichas estructuras defensivas en la construcción de un recinto amurallado que, a pesar de los pocos datos existentes para la parte baja de la ciudad, debió englobar la totalidad del núcleo urbano. Esta significativa transformación se desarrolló en un momento en el que Tarraco jugaba un papel fundamental como cabeza de puente de los crecientes intereses romanos en la Península.